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Pensamiento positivo en el aula, ¿Me fio de lo que pienso?

Crear espacios positivos en clase, es básico para tener un clima adecuado para el aprendizaje. Este estado además se puede llevar a la vida fuera del aula, ya que sabemos que las personas más positivas viven más, tienen más éxito en la vida y generan una apertura mental que las hace más receptivas e incluso más creativas.

Las emociones positivas nos permiten desarrollar nuevas habilidades, nuevos conocimientos y mejores actitudes ante la vida (Fredrickson, 2009). Las implicaciones educativas son enormes.

Las emociones positivas tienen efectos beneficiosos sobre el aprendizaje, mejoran la atención, la memoria o la resolución creativa de problemas.

Sin obviar que cierto grado de estrés ayuda al alumnado a mantenerse activo, el aprendizaje requiere trabajar con emociones positivas. También sabemos que según lo que uno piensa, vive la realidad.

Así que en esta entrada les proponemos que dediquen un tiempo a educar en pensamientos positivos a su alumnado, para que la interpretación de la realidad no oscurezca su vida, sus posibilidades.

Por nuestra cabeza pasan a lo largo del día miles y miles de pensamientos. Muchos de ellos son pensamientos tóxicos, que si les damos vía libre se instauran en nuestra mente.

Por otro lado, hay pensamientos que nos aportan esperanza, optimismo, fortaleza, buen humor y en definitiva nos aportan vida y salud, estos son los pensamientos positivos.

Cuando localizamos un/a alumno/a que tiene constantemente pensamientos negativos, poca autoestima, podemos trabajar diferentes ideas en equipo con el equipo de orientación, familia…

Y lo que nosotr@s podemos hacer en el aula, como profesores/as:

  • Reforzar el lado positivo, tradicionalmente, ha predominado la detección de errores

  • Enseñarles que un objetivo se puede alcanzar por diversos caminos.

  • Darles responsabilidades para que tomen el control de posibles situaciones, para focalizar sus pensamientos en el trabajo exigido y no en terceras cosas.

  • Algunas veces deben ser conscientes que hay un hecho irreparable, teniendo que buscar soluciones y no quedarse estancados con lamentaciones.

También podemos trabajar en una tutoría herramientas para parar ese mundo rumiante.

Paso uno, definir qué es un pensamiento tóxico o rumiación.

Los pensamientos rumiantes, son una serie de ideas gestadas por el miedo y la preocupación a las que les damos vueltas.

Paso dos, preguntar si lo han vivido alguna vez:

¿Han pensado algo durante tanto tiempo que les ha dolido la cabeza?

Si quieren pueden compartir el pensamiento, tal vez fuera una ruptura de amor, una discusión con un@ amig@, una conversación con el profesor/a...

Paso tres, ¿qué podemos hacer si localizamos que estamos en esa situación de pensar una y otra vez lo mismo?

Esta pregunta debemos abrirla al grupo, ver qué diferentes respuestas nos dan… Seguro que tienen sus propias estrategias, ya que nadie mejor que ell@s mism@s para ayudarse dando ideas: algunas personas dirán que practican deporte, hablan con alguien que les aporta confianza: familia, amig@s.

Una vez terminado su ronda de ideas, les podemos proponer que cuando “se pillen” con estos pensamientos realicen estas preguntas para cambiar de pensamiento


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